jueves, 15 de noviembre de 2007

CARTA DE UN HIJO A TODOS LOS PADRES DEL MUNDO

NO me des todo lo que te pido. A veces sólo pido para ver hasta cuánto puedo coger.

NO me grites. Te respeto menos cuando lo haces. Y me enseñas a mí también, y yo no quiero hacerlo.

CUMPLE las promesas, buenas o malas. Si me prometes un premio, damelo, pero también si es un castigo.

No me des siempre ordenes. Si en vez de ordenes a veces me pidieras las cosas yo lo haría más rápido y con más gusto.

No cambies de opinión tan a menudo sobre lo que yo debo hacer. Decide y mantén esa decisión.

DÉJAME valerme por mí mismo. Si tú lo haces todo por mí, yo nunca podré aprender.

NO digas mentiras delante de mí, ni me pidas que las diga por ti, aunque sea para sacarte de un apuro. Me haces sentir mal y perder la fe en lo que me dices.

CUANDO yo hago algo malo, no me exijas que te diga él por qué lo hice. A veces ni yo mismo lo sé.

CUANDO estas equivocado en algo, admítelo y crecerá la opinión que yo tengo de ti y me enseñaras a admitir mis equivocaciones también.

TRÁTAME con la misma amabilidad y cordialidad con que tratas a tus amigos; porque seamos familia, eso no quiere decir que podamos ser amigos también.

NO me digas que haga una cosa y tú no las haces. Yo aprenderé y seré siempre lo que tú hagas aunque no lo digas. Pero nunca haré lo que tu digas y no hagas.

ENSÉÑAME a amar y a conocer a Dios. No importa si en el colegio me quieren enseñar, porque de anda vale, si yo veo que tú ni conoces ni amas a Dios.

CUANDO te cuente un problema mío no me digas: no tengo tiempo para boberías o eso no tiene importancia. Trata de comprenderme y ayudarme.

Y QUIÉREME Y DÍMELO. A mí me gusta oírtelo decir, aunque tú no creas necesario decírmelo.

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